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Alcázar Genil, Estación Término

En 2007 se iniciaron las obras del metropolitano de Granada, infraestructura de 16 kilómetros de longitud que discurre entre Albolote y Armilla con el objetivo de complementar la red de transporte público para atenuar los graves problemas de movilidad del área metropolitana. De este recorrido, 2750 metros discurren soterrados, siempre en el término municipal de Granada, donde se han construido tres estaciones subterráneas. Durante el desarrollo de las obras de la estación ubicada más hacia el sur se produjo el hallazgo de los restos de la alberca de un palacio musulmán, el Alcázar Genil, cuya existencia ya aparecía ampliamente documentada. El hallazgo arqueológico posibilitó el encargo del proyecto de reconversión de la estación a Antonio Jiménez Torrecillas, que asumió la trascendencia cultural y urbana del proyecto mediante el desarrollo prioritario de tres aspectos: la realización de un proyecto interdisciplinar, la integración de los restos del Albercón del Alcázar Genil en la estación del metropolitano de Granada y la puesta en valor de los vestigios arqueológicos para ser visitados por los ciudadanos.

El Albercón

El Alcázar Genil es uno de los elementos de arquitectura islámica más singulares de Granada, ya que se trata de una almunia de recreo de época almohade construida en un entorno periurbano de clara vocación agrícola, muy vinculado a familias de la aristocracia y nobleza local. Si bien la edificación, posterior retiro de descanso de la corte nazarí y lugar muy celebrado por los poetas, ha llegado a nuestros días en aceptable estado de conservación, su Albercón, de dimensiones 121×28 metros,  fue destruido por dos urbanizaciones residenciales hacia 1977, quedando únicamente a salvo el tramo de alberca que pisa el Camino de Ronda.

Elevada sobre el cauce del Genil, esta alberca constituyó un excepcional elemento constructivo con extensos huertos y jardines que debían salvar la cota respecto al río mediante un complejo sistema de muros de contención escalonados. Empleado como mecanismo de regulación de riegos de huertas y cultivos y de control de las irregulares crecidas del río Genil, el Albercón tuvo asimismo el referido uso eventual de naumaquia, escenario de batallas navales. Además, la exigencia del abastecimiento de agua a esta gran alberca precisó de la construcción de una canalización que formaba parte de la excepcional red de acequias iniciadas por los ziríes que aportaban agua del río Darro desde Fuente Grande o desde la abadía del Sacromonte y del Genil aguas arriba de Cenes de la Vega. Aquel Alcázar Genil no era un edificio, era un lugar.

Los estratos

La barbarie de los años setenta del siglo XX destruyó el Albercón en sus extremos. Décadas después, la infraestructura del metropolitano de Granada ha actuado como un troquel, apresando en sus 18 metros de anchura los dos muros paralelos pertenecientes a los laterales largos del Albercón que, además, albergan un valioso testimonio de materiales de relleno, impermeabilización y revestimiento del fondo del estanque. El hallazgo de estos restos arqueológicos de la alberca en el ámbito de la estación subterránea de Alcázar Genil motivó el encargo del proyecto de reconversión a Antonio Jiménez Torrecillas para integrarlos dentro de las infraestructuras contemporáneas de la estación metropolitana, constituyendo un reto para el conocimiento de un elemento interesante desde el punto de vista cultural y patrimonial a la ciudad. La alberca, ubicada a una cota intermedia entre el vestíbulo y la calle, ha sido objeto de un exigente alarde constructivo para permitir el paso del metro por debajo.

Su conservación in situ asume la incorporación del gran espacio exhumado y permite una lectura actualizada de un momento histórico y de una tecnología específica. Desde estos criterios, se propone coexistir con la ruina en una aproximación estética hacia ella; las ruinas son evocación pero también invitan a estudiar, como la disciplina arquitectónica nos ha recordado en recientes y singulares intervenciones. La compatibilidad del metropolitano con el carácter visitable de los restos arqueológicos ha permitido a la Arquitectura trascender su peso habitualmente instrumental en la ejecución de estas modernas infraestructuras, poniendo de manifiesto la necesidad de hallar ámbitos de encuentro entre el desarrollo urbano y la tutela de su patrimonio con el objetivo final de compatibilizar las infraestructuras contemporáneas con el pasado oculto bajo la piel de nuestros viejos centros históricos.


La solución técnico-constructiva

La introducción de los restos del Albercón en la nueva estación Alcázar Genil ha establecido un discurso polifónico en el que la Arquitectura ha adquirido su carácter de disciplina mediadora capaz de poner en valor la trascendencia cultural y urbana del proyecto. El desafiante alarde de las ingenierías no la ha relegado a un papel meramente técnico y accesorio; antes al contrario, la Arquitectura ha construido la forma, respondiendo a varios requerimientos simultáneos para generar los adecuados mecanismos disciplinares capaces de hacer compatibles los ritmos pausados de la visita a unos restos arqueológicos con el trazado veloz del metro.

Jiménez Torrecillas consigue reconvertir la propuesta inicialmente prevista desde la obligada integración de los restos para poner en valor todos los actores del proyecto, de manera que el vacío de la estación se convirtiese en una búsqueda, en la evidencia del espacio, no en un mero vacío instrumental. El Albercón, ubicado a una cota intermedia entre el vestíbulo y el Camino de Ronda, obliga a redefinir la estación para permitir el paso del metro por debajo y para integrar el estanque recuperado en un ámbito público visitable. Y se hace desde una premisa conceptual que amplificó la dificultad del objetivo: los muros laterales de la alberca no se desmontarían, manteniendo el valor de su posición y cota originales, permitiendo que los restos arqueológicos permanezcan inmóviles mediante un sistema de apeo en su actual posición a través de arcos escarzanos que garantizan la continuidad de la fábrica histórica en su cota original y el paso inferior del metropolitano. Para ello, los arcos se han anclado lateralmente a la estructura general de estampidores y pilotes, hormigonándose entre el muro original del Albercón y un talud de terreno compactado. Al ser desmontado el talud, cada arco ofrece la textura rugosa de la tierra y la estratigrafía horizontal de las tongadas contra las que se vertió el hormigón, presentando hacía el vacío de la estación la expresión honesta del material del siglo XXI bajo el muro original almohade.

Estos arcos extremos definen la directriz de la bóveda de cañón que custodia el material repuesto que conforma el pavimento interior y la base de la alberca. En su intradós queda igualmente impregnada la textura del terreno al haber sido ejecutada utilizando la propia tierra como encofrado. El peso de toda esta masa contribuye a optimizar la capacidad portante de la estructura abovedada y resuelve el desencuentro de las dos cotas, la original del Albercón y la cota estructural de trasmisión de cargas del vestíbulo. Ocho siglos después, se ha propuesto un nuevo alarde estructural e interdisciplinar donde han quedado integrados todos los actores del proyecto: los arcos escarzanos calzan los muros de la alberca, transmitiendo las cargas a los pilotes laterales en doble altura y asegurando su acodalamiento. El Albercón no se ha reconstruido, sino que se ha respetado su carácter de yacimiento arqueológico, enriqueciendo lo preexistente mediante su papel intermediario entre la ciudad, el vestíbulo y la cota de andenes.

El acceso al Albercón, ubicado a una altura de 1’80 metros sobre la cota del vestíbulo, se produce desde una meseta intermedia en las escaleras peatonales que dan acceso desde la calle, garantizándose su visita a través de un recorrido sobre grandes piezas de vidrio laminar que, apoyadas sobre una cama continua de grava, permiten la adecuada visibilidad de los restos hallados.

Alcázar Genil

La reconversión conceptual de la estación Alcázar Genil viene de la voluntad de conseguir que su sección revele el proceso constructivo que la ha hecho posible. Jiménez Torrecillas ha conseguido que los distintos paramentos reflejen en sus texturas su propia condición matérica, potenciando la honestidad de los materiales y reforzando el papel de las ingenierías en el alarde que ha posibilitado esta infraestructura. Para los paramentos laterales se ha eliminado el revestimiento inicialmente previsto que hubiese enmascarado su información genética. Se ha recuperado la textura áspera y honesta de los pilotes que soportan la losa horizontal de cobertura, dejándolos vistos. La reiteración del pilote ha reforzado la materialidad, la seriación ha amplificado su expresión y el material se ha convertido en la verdadera sustancia del hecho espacial.

Los cilindros irregulares de los pilotes consiguen equilibrar la relación entre la arquitectura y el movimiento que acoge la estación. La luz natural domesticada desde los lucernarios sobre el eje longitudinal de la estación o desde los edículos de vidrio de las escaleras delega en los pilotes la unidad arquitectónica, reforzada por la luz indirecta fluorescente que arranca de la base de los encepados en el andén subrayando la importancia de los distintos planos horizontales.

La diferencia de cota entre la superficie original del Albercón y la del Camino de Ronda ilustra el relleno continuo de la ciudad, que también crece en vertical, expandiéndose imparable; al descender desde la calle, los intervalos de terreno que separan los pilotes permiten una lectura vertical de los pausados ritmos de formación de las capas geológicas y de los fugaces estratos que la evolución de la ciudad ha ido depositando en las capas superiores. Los pilotes que quedan exentos en el vestíbulo refuerzan su materialidad a través de alcorques de luz artificial; fanales de vidrio traslúcido ocultan las oficinas de control de la estación, integrando los expendedores de tickets en una piel continua; antepechos de vidrio laminar empotrados en el pavimento orquestan el movimiento de los ciudadanos, sin pasamanos ni montantes, garantizando la percepción única del espacio arquitectónico; el forjado del vestíbulo bisela su frente hacia el andén mediante un poderoso corte a 45º que ofrece una precisa arista, superponiendo desde las escaleras mecánicas con provocadora proximidad su exacta ejecución con la percepción del hormigón del arco escarzano y del muro original almohade.

En el andén se potencia la materialidad de los pilotes y se pone en evidencia la dimensión de los bolos de acarreo de los estratos geológicos que nos informan de la proximidad del cauce del río Genil. La señalética queda delicadamente integrada con elegantes bancos y contenedores camuflados para extintores y papeleras, donde la iluminación artificial parece acomodar con su calculada intensidad toda la información del itinerario sin comprometer la unidad arquitectónica; las catenarias apenas se hacen notar, sobrevolando el ámbito de andenes de una estación donde el vacío se ha convertido en la evidencia del espacio.

La ciudad

El metropolitano establece redes de movimiento e intercambio. Los edículos que señalan las tres estaciones subterráneas del trazado metropolitano comparten un único diseño, una capota curva transparente que arropa al ciudadano en su desplazamiento vertical y que otorga continuidad a la infraestructura a lo largo del Camino de Ronda. A pesar de la saturación de elementos dispares de mobiliario urbano que salpican el trazado de la calle, estos edículos de sección constante y anchura variable anuncian que la conexión del metro con la ciudad debe proponer un ámbito susceptible de acoger futuros servicios, aumentando la complejidad de los intercambios en superficie.

La estación término

Dos ingenierías trabajan en un único lugar, dos infraestructuras se cruzan en el espacio y en el tiempo, dos trazos de memoria zigzaguean como líneas de fuerza no necesariamente ortogonales, a cotas distintas, en estratos distanciados ocho siglos: el metro discurre ahora bajo el Albercón.

Un escenario común, un lugar convertido en testigo de la suma de tiempos, donde lo antiguo adquiere una nueva dimensión al determinar el arraigo de lo nuevo; donde también lo nuevo alcanza su sentido al dar continuidad a lo antiguo, en otro capítulo que se añade a la biografía siempre inconclusa de Alcázar Genil. Modelos de vida y ritos de comportamiento rotulados sobre un conjunto de piedras y tierras que llamamos suelo, materia acumulada y compactada a fuerza de tiempo. Detener el tiempo arquitectónico es aquí una tentación inverosímil.

Desde hace poco menos de un año, el ritmo de viajeros presos por la convulsa metrópoli acompaña en su calculada exactitud la cadencia estacional de la regulación de los cultivos desde el Albercón; la luz cegadora que guía el primer vagón contrasta con la calculada iluminación indirecta que resalta los pilotes al otro lado de las vías; el silbido fugaz de los trenes suplanta el eco de las celebraciones festivas de las naumaquias. Tras él, el silencio que suceda al paso del tren no puede ser un silencio convencional, es un silencio vivo. Porque Alcázar del Genil es definitivamente la estación término de todo el trazado metropolitano, la referencia, el lugar de salida y de llegada, un inmenso silencio habitable: un lugar de paso que trasciende su propia funcionalidad, un modo de convivir con el pasado para hablar de continuidad, integrando los restos de un Albercón almohade de manera que formen parte más de la lógica pausada de una visita cultural que del trasiego febril de una estación de metro.

fotografías de Antonio Luis Martínez Cano

Este artículo de Ricardo Hernández Soriano se publicó inicialmente en el número 10 de la revista Márgenes de Arquitectura, monográfico de Antonio Jiménez Torrecillas. Ha sido adaptado por el autor para esta entrada en nuestra web, desde donde queremos rendir un homenaje a Antonio.

La Estación Alcázar Genil ha sido premiada en la XIV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, y en 2019 ha recibido la Mención del Premio Torres Balbás del Colegio Oficial de Arquitectos de Granada.