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Barceloneta revisitada

Si a un estudiante de arquitectura (y a los ya titulados siempre les queda algo de estudiantes) le pedimos que cite cuatro obras de Coderch, probablemente dos de ellas sean la Casa Ugalde , y las viviendas en la Barceloneta.

Del edificio de viviendas en la Barceloneta, obra de José Antonio Coderch y Manuel Valls, todos recordamos las bandas verticales de color naranja, y las lamas:  las lamas horizontales, frecuentemente empleadas por Coderch, y que esta ocasión adquieren un ancho mayor de lo habitual adaptándose a la escala del edificio.

En realidad, existe la posibilidad de que alguien recuerde las lamas, recuerde las bandas verticales, pero no ese color naranja. Y si esto es posible es porque en nuestra memoria hemos visto en muchísimas ocasiones esas viviendas desde la mirada del fotógrafo Francesc Catalá Roca, y por tanto en blanco y negro.

El aspecto exterior del edificio manifiesta una indudable modernidad y abstracción: el contraste entre las bandas cerámicas y las zonas protegidas con lamas (toda la relación de la vivienda con el exterior se realiza a través de estas lamas, orientables pero no practicables); toda la fachada de las viviendas configurada como un único plano que se quiebra y se pliega en las fachadas laterales; la planta baja constituida como zócalo (de nuevo el contraste entre planos, entre llenos y vacío) sobre el que vuela el volumen de viviendas, casi sin tocarse (sólo una arista de continuidad en cada una de las fachadas laterales, además de la medianera). Y finalmente el alero, que se separa de la cubierta dejándonos ver el cielo desde la calle, y constituyéndose a su vez en coronación del peto de la azotea.

Ver por primera vez la planta de estas viviendas supone un ligero desconcierto: un aspecto laberíntico que en una primera y rápida impresión puede parecer gratuito, casi frívolo; puedes llegar a pensar… ¿funcionarán? Pues sí, las viviendas funcionan; según los autores, la ruptura de la ortogonalidad que caracteriza a esta planta se debe únicamente a la necesidad de encajar dos viviendas de tres dormitorios por planta. ¿No había otro modo? Lo hubiera o no, lo que sí se hace evidente, una vez analizada detenidamente la planta, y comprobado que las viviendas funcionan muy bien, es que estos giros generan una riqueza espacial y visual en el interior de la vivienda que difícilmente se alcanzaría sin ellos; las relaciones establecidas entre los dormitorios, las galerías y el exterior, o el vestíbulo, el salón y el exterior…

Volver a ver, de tarde en tarde, estas plantas, estas imágenes, nos recuerda el valor de la buena arquitectura, de la que sin duda Coderch y Valls fueron grandes autores.

La Casa Catasús y la Casa Rozes serían probablemente las otras dos obras que me vendrían inmediatamente a la mente.

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